Oscilar o trepidar, eh ahí el dilema

Encantado de saludarles.

Cuando recién llegué a Japón hice lo que todo nuevo en territorio nipón debe hacer: asistir a uno de los cursos que se organizan periódicamente para refrescar los conocimientos de los ciudadanos con respecto a la mitigación de los efectos de los movimientos sísmicos.
Lo más llamativo fue subir a una plataforma que se parecía a la sala de una casa normal y donde se simulaba un sismo de 7 grados de magnitud. Era muy difícil mantenerse en pie, las sacudidas permanentes y recias conspiraban contra el sentido del equilibrio, parecía como si la ley de la gravedad se hubiera vuelto relativa y la atracción se produjera de manera horizontal, diagonal, tirones de colosos desde todos los ángulos.
En 2015, el gobierno metropolitano de Tokio organizó un simulacro en el que participaron siete millones de personas. Entre otras cosas, se ha logrado evacuar, en entrenamientos, a dos millones de personas que tienen actividades en los subsuelos en solamente 25 minutos.
Foto tomada del medio web http://www.eaglenews.ph 

Cuando eso suceda el mejor lugar es debajo de una mesa. Sí, el mejor lugar es un asunto tan relativo como la ley de la gravedad de Newton, obviamente el centífico no vivó cerca del Cinturón de Fuego del Pacífico como para saber que hay fuerzas superiores a la gravitacional.
Recientemente se hizo pública una investigación, que recogió la página de Face Book del Instituto de Geofísica de la Escuela Política Nacional, en la que recordaba que el terremoto de Esmeraldas de 1906 (8,8 grados de magnitud y más de dos minutos de duración) fue tan fuerte como el de Chile de 2010 y el de Japón de 2011.
Los japoneses toman en serio la dinámica sísmica de su país, la vulnerabilidad, la prevensión, la formación. Estos temas han volvieron a ser noticia 2n 2012, cuando científicos de la Universidad de Tokio afirmaron que existía un 70% de posibilidades de que el "Gran Terremoto de Tokio" suceda en los próximos 4 años. Este evento brutal, según la história geológica, sucede con cierta frecuencia y siempre ha sido aterrador. Pero, por eso mismo, ha obligado a pensar en serio de actuar porque esperan que sea un seísmo de más de 9°.
El Japón tiene un sistema de monitoreo avanzado y detallado. Es indispensable, la ciudad de Tokio, la más grande del mundo, está asentada sobre el cruce de cuatro monstruos tectónicos en movimiento.
De hecho, Japón es un archipiélago que surgió del choque de cuatro placas tectónicas, es la zona más caliente del que se conoce como Cinturón de Fuego del Pacífico y el sitio de mayor inestabilidad sísmica del mundo.
Las placas, que vienen literalmente de los cuatro puntos cardinales, son Euroasiática, placa Pacifica, la pequeña placa de Filipinas y también pequeña placa de Ojotks. Las cuatro se juntan exactamente en el centro de la isla principal.

Gracias al sistema de monitoreo (hay miles de censores en el lecho marino) los científicos cambiaron la previsión anterior. La de ahora dice que hay un 70 % de probabilidades de que Tokio sufra un gran terremoto en los siguientes 30 años (en contra de los 4 años de la predicción anterior).
Es posible afirmar que la identidad japonesa tiene una fuerte influencia de los fenómenos naturales: se ha mencionado la sísmica, hay que aumentar una centena de volcanes activos y cada año la temporada de tifones registra no menos de 30 (es el único páis que ha debido soportar un desastre humano de dos bombas atómicas). La nataruleza en tan vívida hiperquinesia formó el carácter de los ciudadanos, la supervivencia exigió que entiendan el valor de la solidaridad y la derivación lógica de una solidaridad bien entendidad son la prevención y mitigación, pero ambas entendidas como responsabilidades públicas pero también ciudadanas.
Vamos por algunas de estas acciones. Tokio se precia de no haber recibido un tsunami desde la década de los 40 y esto sucede, en parte, porque la bahía de Tokio está protegida por una serie de barreras artificiales. A la entrada de la bahía se han colocado obstáculos en serie para ir cortando la energía que arrastra el mar. Cerca de la ciudad se han construído islas artificiales que también son obstáculos. Y luego, todos los canales que se adentran desde el mar a la ciudad tienen sistemas de compuertas que forman una última línea de defensa inteligente.
Existen normas y acciones del sentido común, como no construir rascacielos enormes; el edificio más alto de Japón llega a 70 pisos y tiene unos sistemas de estabilización de la estructura espectaculares.
Otros datos, los cables de luz, teléfono, televisión por cable e Internet no se entierran porque su reparación puede ser más lenta, costosa y complicada, es indispensable poder tener informada a la población. Todas las semanas se imparten cursos gratuitos de prevención, dirigidos para niños de escuela tanto como para jubilados.
El medio digital nippon.com publicó recientemente un artículo en el que explica que "La palabra japonesa bōsai tiene un amplio significado que abarca desde cómo prepararse para una catástrofe hasta cómo reaccionar cuando se produce. En Japón los niños comienzan a aprender este tema desde temprana edad y se celebran campañas y simulacros de concienciación pública regularmente, sobre todo alrededor del 1 de septiembre, aniversario del Gran Terremoto de Kantō de 1923 que devastó Tokio y mató a más de 100.000 personas" (la versión completa del artículo se puede encontrar aquí).
Cuando suceda un terremoto los ciudadanos no se mueven de donde están. Cuando tienen la seguridad de que ellos y su familia están ilesos ayudan a sus vecinos, luego asisten a quien deban en las áreas intermedias de evacuación y luego en las áreas de evacuación definitiva.
No se puede utilizar vehículo, las calles deben estar libres para los transeúntes, que son los más, y los servicios de emergencia. La telefonía celular tiene habilitado un sistema mediante el cual los ciudadano pueden reportar su estado sin sobrecargar el sistema. De hecho, son muy comunes las descargas de aplicaciones para teléfonos inteligentes, las cuales tienen alarmas para terremotos.
Las primeras horas luego de un evento son responsabilidad de los ciudadanos individualmente y de la ayuda que reciban de sus vecinos, luego entra en acción la ciudad.
Los tokiotas tienem en sus casas lo suficiente para sobrevivir por tres días, que es el tiempo máximo en el que recibirán ayuda de la ciudad o del gobierno. En muchas tiendas especializadas se vende todo el equipo que ha sido determinado por los expertos para sostener una familia por el tiempo necesario para que llegue el apoyo.
La mayor protección que tiene Japón la forman los ciudadanos, acostumbrados al orden, a la organización y a la solidaridad. No les cabe en su cabeza privilegiar su bienestar sobre el de los otros, hay miles de ejemplos de ello.
La noticia emitida por la Universidad de Tokio fue desmentida de inmediato por el gobierno, que abraza el principio de que no es posible predecir los terremotos y declara que la actitud permanente será la de mantener activos los sistemas de preparación de la población, de transparencia de la información y de mitigación.
Mientras uno mira tranquilamente en su hogar algún loco programa de concursos abarrotado de japoneses estridentes, en una esquina de la pantalla aparecen, minutos después, la información de cualquier movimiento que haya sufrido el país y que se ajustan a un rango de intensidad sísmica. Es una manera de hacernos acuerdo que la tierra tiembla con mucha frecuencia. Se siente harto, pero también hay una permanente sensación de seguridad.

Les vemo después del próximo oscilatorio.

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