La indescifrable vecindad

Es un bonito día para saludarles:

Recién he oído el nombre de Megumi Yokota pero no es reciente esta sensación de que los país del Asia tienen una vecindad que no puedo entender. Es decir, me he formado con el concepto de que la vecindad es sinónimo de familiaridad y lo que veo por aquí es algo de hermandad y un tanto de enemistad, odios históricos, amores recientes y disputas eternas. Un drama serio.
Megumi nació y vivió en una familia japonesa típica, sin nada fundamental que contar ni de ella ni de su familia. A lo mejor cometió dos pecados imperdonables: ser normal y vivir en Nigata, una ciudad en la costa del mar que Japón comparte (y disputa) con China y las dos Corea.
Un día desapareció.












































(Los espacios en blanco los dejé en a propósito. Creo que expresan bien lo que siento) No se sabe exactamente qué pasó, pero las versiones más creíbles son:
1.- Fue secuestrada por Corea del Norte. El gobierno promovió (y así lo ha aceptado) el secuestro de casi 100 japoneses para conocer las costumbres del pueblo nipón y con esos conocimientos preparar adecuadamente a los espías norcoreanos. Corea del Norte lo negó durante años, pero finalmente aceptó que lo había hecho durante 15 años y con una docena de personas.
2.- Fue secuestrada para convertirla en esposa de uno de los secuestradores del avión del vuelo 351 de Japan Airlines, protagonizado por miembros del Ejército Rojo Japonés, que luego fueron acogidos por el gobierno norcoreano.
3.- Le secuestraron para suplantar su identidad e infiltrar espías, en cuyo caso habría sido asesinada inmediatamente después de realizado el reemplazo.
4.- Los secuestros fueron auspiciados secretamente por los nacionalistas japoneses que querían provocar en la población una sensación de inseguridad para, de esa manera, proponer un cambio constitucional que permita al gobierno nipón formar su propio ejército (que la actual Constitución prohibe).
Cuando hay cuatro versiones sobre un hecho tan doloroso todas parecen pistas falsas. Las desapariciones inexplicadas son muy dolorosas; y son reales.
Hora de ir un paso más allá: ¿es la República Popular Democrática de Corea la casa del diablo? No, en el mundo no hay ni diablos ni dioses, hay países de humanos que son unos mejores y otros peores. La relación de la Corea del norte con Japón es fría, a pesar de que existen ventanas abiertas por las cuáles chismear, no son, ni de lejos, íntimos amigos.
De hecho, se sintió harta tensión cuando Qim Jong Il probó su cohete que, según occidente, sirvió para probar el alcance de un misil nuclear intercontinental, y según los dueños del fierro volador fue usado para poner un satélite de comunicaciones en el espacio.
Pero Corea y sus flirteos nucleares está demasiado cerca de Japón y Japón es el más cercano socio de Estados Unidos que, a su vez, es su enemigo declarado, de manera que el aliento de los bramidos siempre se huelen primero en el archipiélago nipón.
Últimamente parece que el gobierno Qim Jong Il está saliéndose de control de su principal aliado, China, país que dio su voto para aprobar por unanimidad una condena del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En términos diplomáticos Corea está solo, pero no está débil. Es un país cerrado a cal y canto, a pesar de lo cual se conoce que tiene un ejército de más de un millón de soldados y que tres millones y medio de campesinos pueden convertirse en combatientes inmediatamente.
Con la mitad del territorio ecuatoriano y el doble de la población, sostiene exportaciones superiores a los tres mil millones de dólares y, paradójicamente, recibe ayuda alimentaria de Estados Unidos. Quienes ha viajado a este país por turismo dicen que parece como tirar el reloj para atrás y volver en el tiempo a 1970. Se mantiene un bloqueo total de las comunicaciones y la gente cree que el mundo en el que vive es el mejor (repito lo que me han contado, no me consta).
Se sabe poco a ciencia cierta sobre este país y lo poco que se sabe no es bueno. Me llamó la atención la historia de Megumi Yokota y eso desató el resto. A pesar mío.

Saludos, les veo pronto.

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