Los ainu, corromper hasta exterminar

 Muchos saludos a todos ustedes

No sé si les pasa a ustedes, pero a mí me da pena cuando sé de una cultura que se pierde. Y más aún si se extingue porque hubo otras culturas que se superpusieron hasta anularla.
Algo de eso sucedió con mi nativo Ecuador y América con la violenta conquista de los españoles católicos y, más recientemente, con la también violenta intromisión del capitalismo estadounidense disfrazado de cultura para facilitar su imposición.
Debo ir al norte de Japón, ¿me acompañan? Nos vamos a la isla de Hokkaido, la segunda  más grande del archipiélago nipón, donde habitan los ainu, indígenas que recién ahora están en condiciones de defender lo poco que queda de sí mismos antes de la extinción.
Está bien, no es que las personas van a desaparecer, pero los rastros de una cultura especial se van perdiendo en la historia; o, lo que es peor, ya solo son piezas inventariadas de museos.
Foto tomada de conservapedia.com
Vamos a ver: son una raza y por ahí comienza su autenticidad. Caucásicos, son como un lunar en un paisaje de asiáticos y mongoles. Blancos, con mucho pelo, cabello largo y ensortijado, luengas barbas, una notable longitud del tronco en relación a las piernas, nariz prominente, ojos castaños y sin pliegue epicanto (piel del párpado superior), diferencia que puede ser la más notable para un occidental.
No se parecen a los vecinos, llegaron en la última glaciación unos 18.000 mil años antes de la era común, hay estudiosos que defienden que estuvieron en estas tierras antes que los japoneses y los mongoles, y hasta apuntan la posibilidad de que hayan cruzado el estrecho de Bering durante la Era del Hielo. Es decir, pueden ser algunos de los primeros habitantes de América. Puede ser mi abuelo.
Por motivos que no están claros, decidieron instalarse en esta zona comprendida entre la isla de Hokkaido, las islas Kuriles y la isla de Sajalín, a lo mejor algo de la península de Kamchatka y el mar de Ojotsk. Zona muy norteña, de inviernos tenaces.
Es un pueblo animista, creen que sus dioses son la naturaleza: la abuela tierra, todo lo que la habita, el mar y todos los nadadores de sus profundidades. Pero han tenido siempre al oso como el portador del espíritu principal, le han casado, le han sacrificado y le han hecho funerales con honores superiores a los de cualquier otro ser vivo
Han sido cazadores, pescadores y recolectores. Pero, les llegó la hora, inevitable, de enfrentarse a los japoneses que buscaban supremacía territorial. Ainu pacíficos, perdieron todas las batallas a las que les tocó acudir porque, entre otras causas, no sabían trabajar el metal y compraban espadas a mercaderes que les vendían cualquier calidad, cuando en el sur se fabricaban katanas que eran consideradas las mejores armas del mundo.
También estuvieron en una posición asimétrica con respecto a aislados navegantes que les cambiaban chucherías por sus símbolos culturales, los cuales terminaron colgados en museos europeos para mayor gloria del apetito insaciable de occidente.
Luego, llegaron los estadounidenses a "civilizar" al Japón y sus alrededores, con el argumento que les es tan típico: una flota de guerra. Lograron modificar el gobierno imperial, lo que significó una serie de imposiciones para el pueblo ainu, en nombre de la integración definitiva de ese territorio (y ese pueblo) al imperio japonés.
Los estadounidenses establecieron allí una base, confiscaron las tierras y dictaminaron que a quienes habían habitado esas tierras por milenios les estaba prohibido sacrificar osos; y, se les prohibió la caza y la pesca, que de lo que vivían.
Foto tomada de Tribes & Things
Por su parte, el emperador Meiji, quien administró, padeció y murió en la dicotomía, decidió japonizar a un pueblo que no era ni japonés ni asiático ni mongol, pero que estaba dentro de las fronteras nacionales.

Obviamente, para sobrevivir los ainu debían declarar que no lo eran y de esa manera, poco a poco, año tras año, los símbolos de su cultura se iban enterrando en la corrupción, con los mismos métodos que se usaron para exterminar a los pueblos nativos de norteamérica.
Solamente en 1973 tuvieron las garantías y las agallas para reunirse en una asamblea que vindicó sus derechos dentro de la nación japonesa. Solamente en 1998 el parlamento japonés los reconoció como "un pueblo indígena con su propia lengua, religión y cultura" y aprobó ayudas para mejorar las condiciones de vida de la población más pobre del país. Y solamente una década después se votó a favor de que los ainu tengan una representación parlamentaria permanente.
Para expresiones de su cultura como el idioma podría ser muy tarde. No se conoce a alguien que sepa hablar ainu y los expertos rebuscan en las bibliotecas que las piezas completas para armar de nuevo el rompecabezas.
La Unesco llegó con las justas para declarar como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad las danzas ainu. Considera que "Para los ainu, la danza no sólo representa un medio de fortalecer su relación con la naturaleza y su universo religioso, sino que también constituye un vínculo con otras culturas árticas de Rusia y América del Norte" (pueden mirar algo de danza en este vínculo y en este otro).
Para los que llegamos tarde al florecimiento de esta cultura, lo que llama la atención es que aún algunos viven en grandes chozas circulares que tienen una puerta, una ventana y un fogón en el centro.
Cuando llegan a la adolescencia, los hombres dejan de afeitarse y se cortan el cabello solamente alrededor de las orejas, de manera que los ancianos tienen una cabelleras muy respetables. Mientras tanto, las mujeres se tatúan la boca, los brazos y los genitales cuando están en estado de merecer y a los 17 o 18 años se tatúan alrededor de la boca unas líneas que dan la sensación de una sonrisa de penumbra o un bigote.
Aunque con muy poca influencia sobre las decisiones de Estado de Japón, han estado siempre en la cultura popular: en la película Mononoke Hime, del director japonés Hayao Miyazaki, el protagonista, Ashitaka, es un príncipe ainu. En el videojuego "Samurai Showdown" aparecen varios personajes que pertenecen la tribu. En el ánime Shaman King uno de los protagonistas pertenece a esta etnia.
Foto tomada de Asia Society
Se calcula que hay 50.000 personas hijas de padre o madre ainu y aunque la pureza racial no asegura la conservación cultural, se ha notado últimamente un mayor compromiso para sostener una forma de ver el mundo que tiene miles de años de antigüedad.
En Shiraoi, Hokkaido, está el Museo Ainu de Poroto-kan, para quienes están con ganas de darse una vuelta y conocer parte de la cultura ainu. Este museo se lo hizo porque los pobladores de esta etnia se molestan de tantos turistas que les tratan de cazar con sus cámaras de fotos.
Corromper es alterar la forma de algo y eso es lo que sucedió durante siglos con un pueblo que no tenía la intención de pelear para defenderse. Corromper hasta exterminar, hasta extinguir la llama ainu que alguna vez iluminó el norte con fulgores divinos.

Ojalá en nuestro próximo encuentro no se haya extinguido ninguna otra cultura. Hasta entonces.

Nota final: Miguel Vázquez ha comentado que "Aunque exista aún cierto debate y algunos piensan que solo se trata del cambio de palabras para hacerlas políticamente correctas, lo cierto es que desde el concepto de la biología no existen razas humanas, entre otras (razones) porque la diferencia genética no es suficiente para considerarlas así. Como es sabido, existe más variabilidad entre el ADN de poblaciones africanas que entre algunas de estas y los europeos. El término más usado ahora es el de "etnias", para diferencias grupos humanos distinguibles por sus características fenotípicas.

Comentarios

Entradas populares