La naturaleza indómita de Japón



Me da mucho gusto saludarles y volver a estar con ustedes.

Hay un doble sentido en el título. Puede entenderse como la imposibilidad de domar la naturaleza de los japoneses, quienes se aferran una identidad que tiene muchos vértices incomprensibles para los occidentales.
Pero este no es el tema de hoy. La naturaleza tal cual, aquella a la que rinden respeto, veneración y a la que ofrendan y rezan a través de los ritos shintoístas, la naturaleza compuesta por la poesía pura del monte Fuji al fondo de un paisaje de sakura en flor, la satisfacción plena de una persona flotando en el agua proveniente de una vertiente termal, el mar que abraza las islas con cariño maternal.
¡O que las estrangula! El archipiélago de Japón está ubicada en la zona más caliente del Cinturón de Fuego del Pacífico, aquella que provoca áreas de tremenda inestabilidad por el choque de las descomunales placas que están en el subsuelo. Normalmente el cinturón provoca un choque de la placa marina con la continental.
Pero en Japón se unen las placas que vienen literalmente de los cuatro puntos cardinales, son Euroasiática, placa Pacifica, la pequeña placa de Filipinas y también pequeña placa de Ojotks. Las cuatro se juntan exactamente en el centro de la isla principal.
Bajo la tierra de esta cultura milenaria hay un relajo de proporciones que se expresa, básicamente, en fenómenos naturales que en este país se amplifican: volcanes en actividad constante, terremotos y los tsunami, que son un efecto de los anteriores.
Eso no es suficiente, al menos cuatro meses al año acoge los vientos y las lluvias abundantes de los tifones, que cada vez son más grandes.

Foto tomada por el astronauta Alexander Gerst (ESA)
Para comenzar por el final, hay algunas referencias relativamente confiables que predicen que el calentamiento global provocará, entre una gama indeseablemente amplia de efectos, el desarrollo de tifones mucho más fuertes de los que ya suceden ahora.
Según creo entender, las tormentas tropicales nacen en el sur del Pacífico y se mueven hacia el norte, para encontrarse con Asia. Normalmente, mientras más viaja hacia el norte se encuentra con aguas más frías, que los debilitan. Ahora, últimamente, el agua está más caliente, de manera que los fortalece.
Katada Toshitaka es profesor de la Escuela de Posgrado de Ciencias e Ingeniería de la Universidad de Gunma y director del Centro de Investigación para la Prevención de Desastres en la Zona Metropolitana de Tokio.
En un artículo publicado por nippon.com (que lo puede leer aquí http://www.nippon.com/es/in-depth/a03502/) afirma que le preocupan mucho la mayor frecuencia de los tifones, la inusitada intensidad y la poca preparación de la población para enfrentarlos.
“Las elevadas temperaturas de los mares -dice el profesor Toshitaka- evitan que los tifones se debiliten, por lo que es cada vez más habitual que los tifones sigan en proceso de expansión al llegar a Japón. Si esta situación se mantiene, hay muchas probabilidades de que Japón se vea afectado por tifones gigantes en un futuro cercano”, escribió.
Agregó que “El tifón número 8 que afectó Okinawa en julio de este mismo año, por ejemplo, era de dimensiones titánicas. Ante la previsión de que siguiese expandiéndose, se emitió una alarma especial, pero afortunadamente el tifón se estancó (el 7 de julio alcanzó una presión central de 930 hPa). Los posteriores tifones 11 y 12 también trajeron intensas lluvias”.

Volcanes activos en Japón, mapa de la JMA
En estos días fue desoladora la noticia de las muertes a causa por una explosión freática en el volcán Ontake, que sorprendió a todos (explosión provocada por el contacto del magma con agua de la superficie). En términos generales, se conoce que se puede prever un comportamiento anómalo de un volcán porque hay cambios tanto en la sismicidad como en la forma de la montaña. Pero esta explosión emboscó a unos 2.000 ascensionistas que había subido al volcán, atraídos por esta muy popular ruta deportiva y religiosa y 57 no pudieron salir vivos de la lluvia de ceniza y de los gases tóxicos.
Hay otro dato, alejado en dramatismo y distancia, que es una evidencia visible de la intensa actividad de los volcanes japoneses: en noviembre de 2013 apareció en el aguas nacionales japonesas un pequeño punto, un volcán enano en actividad frenética. Cuando fue descubierto era un botón en el mar de unos 200 metros de diámetro. Un año después tiene ya un área de 673 metros cuadros y ya ha sido incorporado al mapa nacional japonés.
Vamos por más: hay una clasificación, más o menos aceptada en el mundo, que es el Índice de Explosividad Volcánica (VEI por sus siglas en inglés). El índice califica con 0 a erupciones fuleras y con 8 a las mega explosiones de los supervolcanes. En el tope de la lista, los que tienen VEI-8 son solo cuatro y la encabeza la erupción de la montaña Toba, en Sumatra, que provocó la Edad del Hielo.
Luego, en el punto más alto de las erupciones VEI-7 está el monte Aso. Es un supervolcán que tiene una caldera de unos 350 kilómetros cuadrados y que está en calma, por ahora.
Pero, lo sucedido con el volcán Ontake disparó alarmas, unas sensatas que se preocupan de las explosiones “de guerrilla” (se refiere a esta actividad que parece una emboscada) y otras que van más allá de lo razonable. “No es una exageración decir que una erupción volcánica colosal dejaría Japón extinto como país”, dijo el profesor de Ciencias de la Tierra la Universidad de Kobe, Yoshiyuki Tatsumi, y profesor asociado Keiko Suzuki, citado por muchos medios de comunicación.
La lógica de estos catedráticos es sui géneris. Consideran que cuando se produjo el terremoto de Kobe (1995, 7,3° en la escala de Ritcher) había un 1 % de probabilidades de que suceda.
Igual porcentaje de probabilidades hay de que se produzca una erupción catastrófica. Esta información apareció pocos días después de que la prensa afirmara que existe la posibilidad de que hagan erupción otros de los más de 100 volcanes activos que existen en el archipiélago.


Monte Fuji visto desde el lago Ashi
Verdad de Perogrullo, todo volcán activo puede hacer erupción, pero en el monitoreo que realiza la Agencia Japonesa de Meteorología (JMA por sus siglas en inglés), ninguno muestra un comportamiento anormal. El Ontake tampoco mostró nada antes. Ni el Fuji, el volcán más alto del Japón, patrimonio de la humanidad y montaña sagrada del Japón.
Ahora, la reflexión final del profesor Toshitaka es que los nipones están bastante bien preparados para enfrentar terremotos y tsunami (como quedó demostrado durante los eventos de marzo de 2011), pero poco para tifones cada vez más fuertes y volcanes cada vez menos previsibles.
Son tantos y tan frecuentes los fenómenos naturales de este archipiélago que les queda poco tiempo para pensar en “dominar” la naturaleza, en el sentido más capitalista de la idea. Intentan convivir con ella y estar todo lo bien preparados que se pueda para lo que venga. Que puede ser mucho.
Lo que vence en Japón es la solidaridad. Contra eso no hay fuerza natural que prevalezca.


Ya mismo esto con ustedes para contarles otras historias.

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